lunes, 2 de marzo de 2009

Patrimonio de Liebig: de la desprotección a tres proyectos de declaración



Por Adriana Ortea
El martes 17, por la noche, me enteré de la declaración de “interés cultural, histórico y paisajístico para la Provincia de Entre Ríos del área industrial del establecimiento frigorífico Liebig”; proyecto del diputado Jorge Kerz en la Cámara de Diputados.
El miércoles 18, por la mañana, leí la media sanción de la Cámara de Senadores para el proyecto del senador Oscar Arlettaz, declarando “patrimonio histórico-cultural de la Provincia a la localidad de Pueblo Liebig”.
El jueves 19, por la tarde, Guillermo Lema, asesor de la diputada nacional María de los Ángeles Petit me confirmó el proyecto de ley declarando “Liebig, lugar histórico”.
El lunes 23, Américo Schvartzman, quien trabaja con el diputado nacional Lisandro Viale, me remitió su proyecto de ley: “Liebig, bien de interés histórico”.
Ambos, con el marco de la Comisión de Museos y Monumentos Históricos Nacionales, serán presentados este lunes, en el comienzo de las sesiones legislativas.
¡Enhorabuena, para poner al patrimonio en primera plana! ¡Es un avance real para poder proteger lo poco que va quedando del Liebig industrial, pero a no ilusionarse demasiado!
¿Como se penalizará a la sociedad propietaria por el patrimonio fabril mueble e inmueble destruido y vendido (protegido como Patrimonio Cultural Provincial, por decreto del Poder Ejecutivo n° 6676/03) y se compensará a la comunidad de Pueblo Liebig, víctima por el patrimonio perdido de sus históricas máquinas?
¿Cómo interpreta la Sociedad Fortituto S.A. el “valor” de Liebig como pueblo histórico, cuando vendió su patrimonio industrial y descuida la conservación de su “Casa de Visitas”?
¿Cómo pueden explicar los representantes legales del propietario ausente la valorización de la propiedad como ciudad turística cuando no hicieron nada por un desarrollo turístico?
Al inicio de la denuncia: “El patrimonio industrial vale su peso” (4 de noviembre de 2008), pensaba que el patrimonio de Pueblo Liebig no estaba suficientemente protegido y el camino recorrido me demostró que la falta de conservación es una falta de voluntades.
Es una responsabilidad de todos nosotros: autoridades locales, provinciales y nacionales; la comunidad local y regional; cada propietario, los pequeños y los grandes empresarios, cada uno en su justa medida; y me incluyo, porque no pude frenar los “atropellos demoledores”.
El patrimonio no se conserva con una ley con sanciones, vivimos en un país transgresor de normas, aún con multas y, en procesos inflacionarios al poco tiempo no cuestan nada.
Con ley o sin ella, un buen negocio siempre se “arregla” en detrimento del patrimonio cultural y natural. Para ejemplo: en Colón, tenemos el nuevo Hotel Plaza de la organización Delassoie; en San José, Campodónico proyecta un “dique seco” sobre el Perucho Verne; en tierras de Pueblo Liebig, los españoles de Iberpapel drenaron el humedal del “2 de agosto” para sembrar soja; en Ubajay se derrumbaron los vestigios de la sinagoga; en Victoria, el casco histórico es patrimonio histórico nacional y no se ha conservado; etc.
El patrimonio es un problema de educación y la conservación del patrimonio industrial de Liebig está relacionada con la reutilización de los obsoletos edificios fabriles y su paisaje.
El país está lleno de leyes, decretos y ordenanzas de "protección del patrimonio" que en la práctica son letra muerta. Es muy difícil pelear contra el derecho de "propiedad privada" y ponerle límites ciertos, salvo que haya expropiación, lo que ocurre en muy pocos casos.
Para todo esto, hace falta una fuerte conciencia ciudadana y una buena voluntad política.
La resolución aprobada en Diputados, es una herramienta para accionar un no innovar, si se animan a una demolición fabril. Pero también, hay que trabajar: ¿Qué haremos cuando Liebig sea declarado “Bien de Interés Histórico Nacional”? Es necesaria una transparente gestión para el patrimonio, entre intereses privados y políticas públicas, en acciones reales para la conservación y puesta en valor del pueblo industrial de Liebig, de cara al desarrollo.
Adriana Ortea es arquitecta.-

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