lunes, 27 de septiembre de 2021

UN PROYECTO ARQUITECTONICO DE TAMBURINI PARA LA ESCUELA NORMAL DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY

Por Leonel Dabadía y Pedro Frúniz 
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN / ESPECIAL 148° ANIVERSARIO 
Cada 23 de septiembre, la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, revive su celebración de aniversario, en consonancia con el día en que la historia argentina recuerda el nacimiento de Mariano Moreno, quien desde 1958 da nombre a nuestro establecimiento uruguayense. 
Sin embargo, la otrora “Escuela Normal de Maestras”, segunda escuela normal del país, pero primera destinada a la formación de mujeres, fue inaugurada en marzo de 1873, con un acto en las puertas de su primitivo y original edificio. Sí, para – todavía – sorpresa de muchos, la Escuela Normal del Uruguay, no siempre estuvo alojada en el magnífico y gran edificio que hoy ocupa, que fue en realidad inaugurado en 1915, como hemos recordado en un artículo escrito meses atrás. 
Hacia 1869, Urquiza y Sarmiento habían llegado al acuerdo para abrir las primeras escuelas normales en suelo entrerriano. Pero para poner en funciones la de preceptoras, el gobernador de la provincia se comprometió a construir un edificio acorde. Por esto, se contrató al arquitecto Juan Fossati, quién se ciñó al modelo en boga en los Estados Unidos, proyectando el primitivo edificio que hoy vemos en la intersección de las actuales calles Galarza y Supremo Entrerriano, inmueble conocido hoy como “municipalidad vieja”. Pero, más temprano que tarde, la locación erigida resultó “chica”. 
La nacionalización en 1875, la creación de la Escuela de Aplicación (nivel primario), y el Kindergarten (Jardín de Infantes) en 1887, hará que los salones a disposición, sencillamente, no alcancen. Durante años habrá una súplica angustiosa, ante las autoridades. Muchas notas conservadas en el Archivo Histórico Escolar, dan cuenta de ello: “El edificio de esta escuela está en buenas condiciones, pero insuficiente de todo punto para el número de alumnos que concurren a ella (...) Sólo hay tres salones en la planta baja para los seis grados de la Escuela de Aplicación de los cuales dos son tan reducidos que nos obligan a rehusar todos los años la matrícula a gran número de niños. En los altos son cuatro los salones y una pequeña sala para la dirección y en ella se dan las lecciones de música.” (Memoria Anual, enero de 1884). Fue así que, la primera directora, Clementina C. de Alió, logrará - a duras penas - el alquiler de un inmueble contiguo que funcione como anexo, pero uno solo resultará insuficiente, y sus pedidos irán más allá, sugiriendo arrendar otros, y un ensanche del primitivo edificio, a través de la compra de un terreno contiguo. Pero sus pedidos parecían caer en sacos rotos, y los hechos se tornaban alarmantes. En abril de 1886, escribe: “La situación de esta escuela verdaderamente difícil para mí, me obliga a molestar su atención esperando ha de poder interponer su valioso concurso para salvar dificultades insuperables aquí. La matrícula ha subido este año a 633 alumnos. Lo comuniqué telegráficamente al señor ministro pidiéndole tuviese a bien autorizarme para alquilar una casa contigua pues no cabían en este edificio y no creía prudente disgustar a tanto número de familias despidiendo cien niños de una vez. Tan impolítica juzgo la medida que coloque los niños de a tres en cada pupitre en las secciones del primer grado dando cuenta al Ministerio en nota fecha 18 de marzo y acompañando un cuadro demostrativo de nuestra situación.” La dura realidad de este establecimiento exitoso en su obra educativa, pero pequeño en dimensiones construidas, se prolongará durante décadas. Sin embargo, hacia 1889, las esperanzas cobran vida de nuevo, ante la inminente construcción de un edificio nuevo que la pueda albergar. En el informe anual presentado a principios de ese año, la Rectora decía: “El edificio ha recibido las refacciones (…) y este hecho la pone en condiciones favorables para un año y algunos meses que será el tiempo necesario para inaugurar el nuevo edificio que está próximo a empezarse. Por fin señor ministro (…) va a contar esta escuela con una casa adaptada al fin que se propone, necesidad sentidisima cuya satisfacción viene a ponerla en condiciones de duplicar su matrícula.” 
El nuevo edificio que se proponía construir era un anteproyecto gestado en las oficinas del Departamento de Obras Públicas de la Nación durante el año 1888, en el cual desempeña su cargo como Inspector General, el reconocido arquitecto e ingeniero italiano Francisco Tamburini. Quien fue autor de grandes obras públicas icónicas como el Teatro Colón (proyecto inicial) , la remodelación de Casa Rosada, el teatro San Martín en Córdoba, entre otras. Sus trabajos llegaron a distintas ciudades del interior del país, y su gran desempeño y producción quedaron de manifiesto durante sus siete años de labor, proyectando un centenar de obras como: escuelas, hospitales, asilos, teatros, edificios gubernamentales, entre los más destacados, al igual que residencias particulares. Su accionar resulta de gran importancia, ya que se desempeñó en tiempos donde el Estado Nacional debía construir su imagen física y arquitectura simbólica, adoptando un carácter monumental. Es un periodo de fuerte apuesta por las obras escolares como política para asegurar una educación popular, obligatoria, gratuita y laica junto con la formación de maestros para dicho propósito. 
En este contexto le fue encomendado el diseño de un total de 22 establecimientos educativos, entre colegios, escuelas superiores y normales para Salta, Rosario, San Luis, etc. Entre este vasto catálogo es donde figura, nuestra Escuela Normal del Uruguay. Para construir estos edificios se designaban lotes vacíos que permitieran aplicar la tratadística utilizada en Francia y otros países europeos, basándose en el “principio académico de jerarquías programáticas” definiendo a las escuelas superiores, como aquellas que debían llevar la mayor carga representacional y tipologías organizadas. Los desarrollos debían comprender características en común, como patios con aulas en torno a ellos, un planteo simétrico respecto a un eje, tener por lo menos dos plantas para poder mantener la proporción, armonía y belleza. La mayoría de los proyectos siguen un planteo similar, llegando incluso a repetirse con escasas variaciones. En nuestro caso, como lo refleja el citado informe anual de 1889, los lotes asignados para llevar a cabo la construcción, se lograron gracias a la intervención de diferentes poderes. Dice allí Clementina C. de Alió: “(...) el Excelentísimo Gobierno Nacional por medio de V.E. y la Municipalidad de esta localidad, que sacrificando sus rentas, compró y donó a la Nación dos manzanas de terreno, y por último el Exmo. Gobierno de la Provincia que está en vísperas de donar otras dos manzanas que, reunidas a las anteriores, forman un terreno de 2200 metros (...)”. El edificio se implantaba uniendo cuatro manzanas, generando una transformación en la disposición de la trama urbana, sobre las parcelas que ocupó finalmente, pero su fachada principal se desarrollaba sobre calle 9 de julio, entre calles Chaco y los Andes, actualmente conocidas como Jordana y Mariano López respectivamente, y no sobre Jordana como se terminó de ubicar finalmente. 
El proyecto apoyado en la tratadística antes mencionada en una distribución regida por dos ejes de composición, un eje principal donde se ubicaría: el salón de actos públicos, una sucesión de aulas con un núcleo sanitario, y un gimnasio. Sobre el otro eje se ubican los accesos secundarios, acompañados de baños y guardarropas. En el perímetro se distribuían aulas con sala de dibujo, costura, laboratorios, gabinete de física y habitaciones. Entre el eje principal y el perímetro de aulas se disponían patios rodeados con galerías, por donde se realiza la circulación, generando espacios de transición aula-sitio donde se desarrollarían actividades lúdicas, gimnasia, actos, etc. En estos encontramos también la ubicación de aljibes y en la representación gráfica el solado correspondiente a las galerías poseía un grafismo similar al mármol. En su exterior el edificio se retiraría de la línea municipal y estaría rodeado por jardines. Las fachadas se desarrollaban en un solo nivel, con mayor cantidad de ornatos y almohadillados de los que posee el edificio actual, y se utilizarían ventanas con arcos de medio punto siguiendo una línea de estilo Italianizante. El acceso al vestíbulo principal era por cinco portales con herrería artística, rematado por un grupo escultórico con el escudo nacional, apoyado sobre la patria leyendo, acompañado por un ángel, libros, un globo terráqueo entre otros elementos de enseñanza. A los laterales del acceso principal se encontraban ubicadas la dirección y la secretaria. Los accesos planteados por las calles Chaco y de los Andes, eran más sencillos, el módulo correspondiente al ingreso poseía mayor ornato en relación a los otros sectores de la fachada y remataba con la imagen del escudo nacional. En los cortes encontrábamos un importante grado de detalle, apreciando la tecnología constructiva de la época: estructura de mampostería que incorpora perfiles de hierro, columnas de hierro fundido y cabreadas metálicas para cubrir grandes luces. En los sectores correspondientes a espacios nobles se apreciaban detalles en paredes y cielorrasos con molduras, esgrafiados, etc. 
El proyecto al que hacemos referencia no se construyó, probablemente por la crisis económica y financiera que atravesaba el país en 1890. Sin embargo, el diseño actual de la planta, los principios higienistas, la tecnología constructiva, así como varias decisiones programáticas y jerárquicas, responden al propuesto en primera instancia por este gran arquitecto e ingeniero que, si bien desarrolló su obra apoyado en la experiencia de estilos antes aprobados, supo imprimirles un carácter moderno intentado transmitir a la imagen de la Nación, valores de libertad, manifestando los avances sociales de esa época. A tan solo dos años del sesquicentenario institucional, creemos oportuno dar a conocer esta historia, para valorar nuestro pasado, y contribuir al sentimiento identitario, que pueda comprometernos a trabajar en favor de la conservación de estos espacios, que son símbolos y monumentos indiscutidos de Concepción del Uruguay. ¡Feliz 148° aniversario, Escuela Normal! 

Arq. H. Leonel Dabadía B. (Esp. en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio Arq.), Lic. Jorge Pedro Fruniz (Docente/Coordinador Archivo Histórico Escuela Normal) 

FUENTES CONSULTADAS: - Archivo Histórico Escolar / Escuela Normal Sup. “Mariano Moreno” - CEDIAP (Centro de Documentación e Información sobre Administración Pública).

martes, 14 de septiembre de 2021

EL MUSEO DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL

Por José Antonio Artusi

En 1860 Justo José de Urquiza adquirió un solar frente a la plaza fundacional de Concepción del Uruguay, en la esquina de las actuales calles Galarza y 25 de Mayo. En 1868 encargó la construcción allí de una casa destinada a ser su residencia familiar. Su asesinato en 1870 impidió que Urquiza ocupe esa vivienda, en la que vivieron por un corto período de tiempo su viuda, Dolores Costa, y algunos de sus hijos. En 1889 los herederos de Urquiza la transfierieron al Estado nacional, y éste continúa siendo hasta hoy su propietario. La casa albergó durante un breve lapso dependencias de la Escuela Normal, y según algunas versiones funcionó también como sede del gobierno de la provincia, con anterioridad a 1883, fecha en la que la ciudad pierde su condición de capital. Pero su principal uso ha sido, desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, alojar las oficinas de la empresa nacional de Correos.

Modificada en su estructura original en diversas ocasiones, y alterada su fachada por la incorporación de la ochava, la casa conserva sin embargo – por su arquitectura y por su historia – un inmenso valor patrimonial. Lamentablemente, la falta de acciones de mantenimiento y de restauración han ido deteriorando su estado, y está claro que su uso como sede del Correo no es el más adecuado a su enorme potencial. Deben por lo tanto valorarse las acciones dispuestas por el Municipio, aunque excedan su competencia por tratarse de un inmueble del Estado nacional, destinadas a mejorar algunos ítems del edificio, tales como cubiertas, fachada, aberturas, etc.

La Casa de Urquiza no está sola, no es una isla, es un exponente más del riquísimo centro histórico de la ciudad, al que nos referimos en una anterior oportunidad. Forma parte inescindible del paisaje urbano de la Plaza Ramírez, espacio principal de la identidad y la memoria colectiva de los uruguayenses.       

El Centro Cultural Urquiza viene impulsando una loable iniciativa desde hace algunos años, consistente en recuperar la casa para destinarla a albergar el futuro Museo de la Organización Nacional; ámbito dirigido a lograr múltiples fines. En principio contar con un museo moderno que rescate y jerarquice el rol que le cupo a Urquiza y a la ciudad en el complejo proceso histórico signado por la organización de nuestro país como una nación federal y republicana, plasmado en la Constitución de 1853 y sus posteriores reformas. A la vez podría contribuir a jerarquizar y valorizar el centro histórico y reforzar de esta manera su atractivo turístico y mejorar la capacidad de albergar de manera armoniosa actividades sociales y culturales. 

La idea del Centro Cultural Urquiza, ambiciosa y compleja, no exenta de dificultades y desafíos, ha venido cosechando las adhesiones de más de 50 instituciones de diversos sectores de la comunidad, tanto de la ciudad como de localidades vecinas. Es importante que la sociedad en su conjunto se apropie de la iniciativa y la impulse; sin prisa pero sin pausa.     


Publicado en el Diario La Calle el día 12 de Septiembre de 2021.-