Por Jorge Enrique Martí, poeta y periodista.
Se están llevando todo, cuenta la gente del pueblo. Y si nadie los detiene no va a quedar de pie ni la simbólica chimenea que todavía se erige con algo de melancolía.
Tomé el compromiso de ayudar en la irrenunciable tarea de impedir, detener, o al menos demorar el desgüace del patrimonio físico, histórico y cultural del establecimiento que fue en Pueblo Liebig durante un siglo, un emporio de la industria de la carne.
Me crié en el pueblo, porque mi padre trabajó en allí. Y me cuesta regresar al pueblo, porque ya no está… el trabajo, los amigos y poco va quedando de la fábrica.
Liebig no es de nadie porque es de todos, habrá que argüir con legitimidad. Sabemos que en nuestro país y en la provincia hay amparo constitucional para la propiedad privada, que tiene un profundo sentido social y que en el caso puntual de Liebig reúne valores culturales, históricos y tradicionales; hoy afectados por el desgüace de la planta industrial o de lo que queda de ella. Es como si de a poco se cortara la memoria del pueblo.
Y recordé los versos del poeta sevillano Francisco de Rioja, contemporáneo de Cervantes, dedicados a Itálica, la ciudad fundada por Escipión, el africano, en la Andalucía española 200 años A.C. Entre ladrones, pillos y desguazadores se perdió el rico patrimonio arquitectónico de aquella emblemática población. Y el poeta, al ver la dura realidad del despojo, escribió: "Esto, Fabio, ¡ay dolor! qué veis ahora, campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa". Y dan ganas de cambiar el esdrújulo de Itálica por Fábrica, como era, con el aditamento de Colón, el viejo nombre del hoy Pueblo Liebig.
¿Y qué hay que hacer? ¿Cómo evitar el despojo? Por lo pronto hay que permanecer unidos en un reclamo justo y enérgico, hasta obtener el reclamo mínimo de un amparo legal que permita a las generaciones futuras conocer y gozar del patrimonio que hicieron las manos de lejanos abuelos. ¿Por qué no cumplir con la Ley de Juntas 7555/9480? Cuya función es: "reglamentar la edificación, de acuerdo a los usos y costumbres de la zona", y dictaminar la "ordenanza necesaria aprobada por el Ministerio de Gobierno".
La arquitecta Adriana Ortea, es una presencia aparecida en Pueblo Liebig, puesta a despertar las conciencias de los pobladores y también de quienes tienen responsabilidades institucionales. Desde noviembre junta datos, información, documentos y apoyo de personalidades y de entidades regionales, provinciales, nacionales e internacionales; con un sólo propósito: conseguir el amparo legislativo y la posterior creación de un museo industrial, como el existente en la uruguaya Fray Bentos, antecesora de nuestra Liebig.
Hay un pueblo renacido, que celebró con orgullo los 100 años de la Compañía, y del Club Liebig, de la Biblioteca Fábrica Colón y de la escuela n° 16 Hipólito Vieytes.
No nos quedemos en el silencio ni seamos cómplices inocentes de este desgüace, saqueo o despojo, como mejor se lo denomine, para que el patrimonio industrial de Fábrica Colón no se convierta en la Itálica entrerriana.
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